Ya
de pequeño, cuando ayudaba a su abuelo en el huerto, se lo habían
dejado bien claro: “Hay que trabajar para comer”. Nieto e hijo
ejemplar, con el tiempo se ha convertido en un trabajador infatigable.
Cada día,
al salir de trabajar, recoge todos los tiques que se han generado a
lo largo de la jornada y se los lleva en una bolsa de plástico.
Entretanto, de camino a casa, piensa en cómo los aderezará para la
cena de esa noche.
Nunca ha logrado comprender de que se alimentan
los trabajadores de un call center.