Nuestra incapacidad
para desobedecer nos obliga a ser felices y a creer que sólo el que
goza es libre: "Just do it"... ¡y un carajo! Cómo vas a
ser feliz si no eres capaz de esperar. La angustia que nos transmite
el creer que la falta de felicidad es responsabilidad nuestra hace
que nos obliguemos a parecer felices para no avergonzarnos delante de
los demás; entonces es cuando hablamos sin tener nada que decir,
cuando follamos por follar, y nos comprometemos con cualquier acción
que disimule que, en realidad, no tenemos nada que hacer. ¡Dejémonos
en paz de una vez! No ser feliz no es vergonzoso; no querer gozar,
tampoco. ¿Por qué, entonces, juzgamos como negativo el que alguien
no quiera gozar o no aparente ser feliz? Seguimos en la servidumbre y
en la incapacidad de construirnos una vida a causa de esta obsesión
por vivirla.
“Que me quiten lo
bailado”, decimos, ok... ¿acaso nos podrán quitar lo llorado?